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  • Foto del escritorJosé Ignacio Tamayo Castro

No vendamos la ley. Enseñemos el beneficio

Actualizado: 17 abr 2021

Publicado por la revista DeCARNE Edición # 4 de febrero de 2020



Pasando de la normatividad a la práctica, en la Cooperativa Colega han visto los beneficios de implementar las buenas prácticas ganaderas.


José Ignacio Tamayo

Gerente Cooperativa Colega


Aplicando conceptos de marketing es fácil establecer cómo debe enfocarse la venta de un producto. Si consideramos que una ley es un producto –del estado–, la autoridad antes que imponer puede “vender” –o socializar– sus beneficios, para que sea más fácilmente comprendida y aceptada.


Ante todo, confieso que soy fanático de las Buenas Prácticas Ganaderas –BPG establecidas para la cadena láctea en el Decreto 616 y reglamentadas por el ICA en la Resolución 3585. Considero que practicarlas han traído grandes beneficios a todos los predios de los asociados a la Cooperativa Colega. Beneficios económicos, porque pusimos orden en los inventarios, en las bodegas, en las hojas de vida, en las compras, en fin, en toda la finca. Incluso acabó con el trajinado argumento “en la finca todo sirve” para almacenar todo lo inservible, sin faltar el tarro de puntillas y puntillones usados, torcidos y oxidados, “por si acaso”.


Mi conclusión, luego de años de aplicarlas en los predios de los asociados de la Cooperativa Colega, es que las BPG deben ser fundamentalmente técnicas, prácticas e, insisto, lógicas. Las deben practicar todos los ganaderos interesados en una producción rentable y sostenible que garantice la calidad integral de los productos, especialmente la inocuidad para el consumidor.


Porque los ganaderos debemos cada vez más tecnificarnos y profesionalizarnos. Entiendo que la normatividad vigente de BPG parte de textos y conceptos de organismos internacionales, que los funcionarios ajustaron a criterios que consideraron más adecuados para nuestro medio. Así, en la normatividad de las BPG hay una mezcla, digamos curiosa, pues no son las previstas por los sabios de los entes internacionales, ni exclusivamente fruto de los estudios criollos. Pero más que una ley que se debe cumplir, el objetivo fundamental de las BPG debe ser la realización de manera práctica, ordenada y sistemática de todas las actividades que se realizan en el predio productivo para procurar:


1. El bienestar y seguridad de los productores. Primero la gente.

2. El bienestar de los animales. Los respetamos y protegemos.

3. La calidad e inocuidad del producto. El fin primordial.



Las ventajas


Estableciendo un sistema de BPG se optimiza el uso de los recursos humanos y físicos del predio, pero debe dejar evidencia de las acciones que se realizan para poder hacer un adecuado seguimiento del cumplimiento de lo acordado y medir el avance o plantear ajustes. Tengo la certeza que el establecimiento de buenas prácticas en cualquier predio mejora la productividad, la rentabilidad y la sostenibilidad de la finca ganadera.


Pese a mi entusiasmo por las BPG, también confieso que en un momento desistí de buscar la certificación que otorga el organismo determinado por la Ley, por la subjetividad con que en algunos casos interpretan el cumplimiento los auditores.


Pero más temprano que tarde reconocí que la pequeña bonificación económica que otorga la ley, en algo ayuda con los costos de su implementación y gestión.


Las BPG contribuyen también a cerrar la brecha sanitaria que limita el comercio internacional de los productos colombianos. Por eso considero que deben masificarse en el país. Y la herramienta que facilita el proceso de masificación es simple: socializar todos los beneficios de las BPG más que exigir el cumplimiento de la ley.


Propongo con insistencia que hacer entender sus beneficios contribuirá a generalizar, ojalá, su práctica. Propongo también que la norma no debe dejar su aplicación a la interpretación subjetiva. Deben atenderse la experiencia y evidencias del productor.


Cuando comenzamos en Colega, por ejemplo, nos limitaba la teoría de construir un cuarto para tener las cantinas –tres o cuatro– de nuestros pequeños productores. Resultaba costoso, pero lo resolvimos fácil. Sobre la parrilla donde se escurrían las cantinas montamos un cubo en varilla de hierro con un bastidor a modo de puerta y todo se forró en la “lona verde” que todos conocemos. Los auditores aceptaron que en realidad ese cubículo constituía un sitio adecuado para asegurar la higiene, porque además es nuestra costumbre juagar las cantinas antes de usarlas. Práctica y lógica decisión, y como ella, otras más. Además, les cuento que en Colega no imponemos normas. Las acordamos y las aceptamos para cumplirlas por voluntad, no por obligación. Es mejor motivar no imponer, el resultado es magnífico. La invitación es a que hagan el ejercicio y verán que no es tan difícil. Y si no, miren cómo un puñado de pequeños productores lo lograron.


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